Cómo el pensamiento crítico nos salva la vida

Algunos dicen que fueron los los largos paseos alrededor de la finca Dhoon, en el pueblo de Barton Mills —propiedad familiar de Alexander Fleming en Suffolk, Inglaterra— los que lo llevaron a su descubrimiento. Pero eso le daría más crédito al paisaje del sureste inglés que al paisaje interior del cerebro de Fleming.

El viaje de Fleming a Barton Mills sí tuvo un impacto monumental en su vida… y en la vida de todos los seres humanos. Sabiendo que estaría fuera del laboratorio por un periodo prolongado, Fleming reacomodó algunas de las placas de cultivo que usaba para estudiar el crecimiento del estafilococo, colocándolas fuera de la luz directa del sol y haciendo espacio para un colega que trabajaría en su ausencia.

Cuando volvió, el 3 de septiembre de 1928, descubrió que una de las placas tenía una mancha de moho alrededor… y ningún crecimiento de estafilococo. Muchos de sus colegas le dijeron que no era nada relevante, pero Fleming no dio por sentadas esas suposiciones y, crucialmente, decidió cambiar el rumbo de sus experimentos para entender qué hacía que ese moho fuera tan potente para detener el crecimiento microbiano. Ese 3 de septiembre, hace casi 100 años, fue el día en que el pensamiento crítico de Fleming inició el camino hacia la penicilina y otros antibióticos.

Fue la curiosidad crítica e inteligencia de Fleming lo que lo llevó a estudiar medicina en el Hospital St. Mary’s de Londres. Fue su propia disposición e interés lo que lo hizo enfocarse en los microbios que causaban enfermedades como el tétanos, y en la búsqueda de herramientas para combatir su efecto en el cuerpo humano. Como señaló Kholhring Lalchhandama en su artículo de Science Vision en 2020, “Reevaluando los mocos y el moho de Fleming”, Alexander Fleming “tenía todas las disposiciones para ser un hombre notable”.

No fue el pensamiento crítico de Fleming por sí solo lo que salvaría millones de vidas, sino un equipo de individuos que se relacionó con el mundo con un espíritu inquisitivo. En 1937, el farmacólogo australiano Howard Florey y el bioquímico británico Ernst Chain usaron su propio pensamiento crítico para redescubrir la investigación de Fleming, lo que los ayudó a desarrollar un método para producir masivamente la penicilina que él había descubierto una década antes.

Fue también el pensamiento crítico de Ruth Callow, Claire Inayat, Betty Cooke, Peggy Gardner, Megan Lancaster y Patricia McKegney —reclutadas por Florey para “cultivar” penicilina— lo que permitió desarrollar y mantener el caldo fermentado donde crecía la penicilina, en los sótanos de la Universidad de Oxford.

Los frutos del pensamiento crítico de todas estas personas cruzaron el océano, donde Florey y Chain colaboraron con científicos estadounidenses en Peoria, Illinois, que también aplicaban pensamiento crítico, para producir penicilina a gran escala en apoyo del esfuerzo bélico aliado, y luego para el mundo entero.

Años, personas, continentes y disciplinas distintas. El mismo conjunto de habilidades que permitió una de las mayores innovaciones farmacéuticas del siglo XX: el pensamiento crítico.

Innovación y pensamiento crítico

Las grandes ideas y los grandes hallazgos son las semillas de la innovación. Valor concentrado unido a potencial inexplorado. Pero la Parábola del sembrador nos enseña que una semilla solo crece si cae en tierra fértil. El pensamiento crítico es la tierra fértil donde brotan las grandes innovaciones.

Un suelo fértil, en el caso de las plantas, requiere al menos nitrógeno, fósforo y potasio. Para que prosperen, también se necesitan muchos otros nutrientes y estructuras.

Con la innovación ocurre igual. Para que una gran idea se convierta en una innovación real, debe examinarse, probarse su resistencia, y descomponerse para entender los procesos necesarios para escalarla, ya sea un producto, un procedimiento o un marco conceptual transformador. Las buenas ideas que no se someten al pensamiento crítico terminan como semillas comidas por gorriones o quemadas por el sol tras caer en suelos pedregosos.

Entonces, ¿cuáles son los nutrientes del pensamiento crítico efectivo?

Como mencioné en mi artículo de abril de 2023 sobre pensamiento crítico, Peter Facione, PhD, director ejecutivo de Measured Reasons LLC y autor del informe “Critical Thinking: A Statement of Expert Consensus for Purposes of Educational Assessment and Instruction”, destaca algunas características clave:

  • Claridad para formular preguntas o problemas.

  • Orden y método para abordar la complejidad.

  • Diligencia en la búsqueda de información relevante.

  • Razonabilidad al seleccionar y aplicar criterios.

  • Cuidado al enfocarse en el problema en cuestión.

  • Persistencia ante las dificultades.

  • Precisión, en la medida que el tema y las circunstancias lo permitan.

Un documento de Pearson TalentLens resume tres elementos esenciales:

  1. Reconocer suposiciones: separar hechos de opiniones. Muchas veces aceptamos información no verificada solo porque confirma nuestras creencias o proviene de alguien creíble. Muchas innovaciones fracasan porque las empresas suponen que su idea será aceptada automáticamente.

  2. Evaluar información: hacerlo con objetividad, sin dejar que las emociones o el deseo de evitar conflictos distorsionen la evaluación. Es esencial revisar sistemáticamente la información sin sesgos.

  3. Sacar conclusiones: integrar información diversa para llegar a conclusiones que sean consecuencia lógica de la evidencia disponible. Las innovaciones tienen más éxito cuando las personas están dispuestas a cambiar de postura si la evidencia así lo indica.

Crear una cultura de pensamiento crítico

Si las grandes ideas son semillas que pueden crecer en innovaciones, las organizaciones exitosas deben ser jardineros expertos, atentos al entorno completo del jardín.

  • ¿Cómo se asegura que cada planta reciba sol y lluvia en equilibrio?

  • ¿Qué se debe quitar del jardín? ¿Qué se debe introducir?

  • ¿Cómo construir equipos de pensadores críticos, cada uno con una perspectiva distinta?

  • ¿Cómo se equilibran los sesgos de uno con la apertura del otro?

  • ¿Cómo fomentar una cultura de confianza donde cuestionar sea sinónimo de compromiso, y no de confrontación?

Crear una cultura de pensamiento crítico requiere tiempo, acciones concretas que generen confianza y la disposición de todos a participar y a enfrentar sus propias zonas de confort, incluso reconociendo errores.

Pero construir ese “huerto” de pensamiento crítico colectivo rendirá una cosecha abundante y sostenida en el tiempo.

Fomentar el pensamiento crítico en todo tu equipo les permitirá detectar más rápido tendencias en el mercado o en el entorno, así como prever problemas y explorar nuevas soluciones con mayor agilidad.

Facione, nuestro “jardinero jefe” del pensamiento crítico, propone 10 preguntas que los líderes pueden usar con sus equipos para desarrollar estas habilidades:

  1. ¿En qué se parece esta situación a situaciones previas?

  2. ¿En qué se diferencia?

  3. ¿Qué pasa si quitamos este elemento de la ecuación?

  4. ¿Qué pasa si añadimos este factor?

  5. ¿Cuál es exactamente el problema, y está cambiando con el tiempo?

  6. ¿Cómo podemos adaptarnos a esos cambios?

  7. ¿Por qué nuestros enfoques habituales están fallando?

  8. ¿Cómo podemos aprovechar la oportunidad?

  9. ¿Por qué estamos simplificando en exceso la complejidad que enfrentamos?

  10. ¿Estoy —o estamos— pasando por alto algo que nuestros oponentes sí están viendo?

Volver al origen de nuestra curiosidad

La semilla del pensamiento crítico está dentro de todos nosotros. En nuestros primeros años, pensábamos críticamente todo el tiempo:
— ¿Cómo consigo comida?
— ¿Cómo paso de un lugar a otro?
— ¿Cuántas veces puedo tirar esto antes de que un adulto pierda la paciencia?

Es propio de los grandes innovadores pensar críticamente sobre sus experimentos. Como dijo Thomas Edison,

“No he fracasado. Solo he encontrado 10 000 maneras que no funcionan.”

Así que ya estés trabajando en la próxima bombilla, en un nuevo centro de salud mental o optimizando tu enfoque para inspeccionar señales de salida, asegúrate de que tú —y tu equipo— estén dispuestos a excavar en el sedimento de la indiferencia no examinada que sepulta nuestras semillas de curiosidad.

Cuando lo hacemos, la cosecha es abundante… y autosostenible.

Texto tomado y traducido de Health Facilities Management
Adam Bazer “How critical thinking saves our lives”

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