PENSAMIENTO CRÍTICO.
TEORÍA Y PRÁCTICA

Isaac Magaña G. Cantón & Humberto Kaiser Farrera

disponible próximamente

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PREFACIO DEL LIBRO. ADELANTO

En The History of the Decline and Fall of the Roman Empire, el historiador inglés Edward Gibbon (1737-1794) repasa con rigor y meticulosidad más de mil años de la historia del Imperio Romano, desde el próspero reinado de los emperadores antoninos en los siglos I y II de nuestra era, hasta la caída de Constantinopla y la extinción definitiva de la que alguna vez fue la sociedad más poderosa sobre la tierra, el 29 de mayo de 1453.

Aunque lleno de altibajos y momentos excepcionales, el relato de Gibbon deja constancia de que, a lo largo de estos poco más de mil años de historia, los puntos más bajos del Imperio sucedieron siempre que los individuos —tanto sus gobernantes como sus habitantes— se dejaron arrastrar por sus pasiones y deseos, volviéndose, en el proceso, cínicos, excesivos e indolentes. En otras palabras, la miseria del Imperio Romano se exhibió siempre que sus habitantes estuvieron dispuestos a corromperse, a darle demasiado espacio a sus arrebatos y emociones y, en consecuencia, a sacrificar el futuro en favor de las comodidades y placeres del presente.

Una de las grandes advertencias que recorre el monumental trabajo de Gibbon es que, no importa cuán segura e imperecedera pueda parecer una sociedad, hasta ahora ninguna ha sido inmune a la indolencia, al nihilismo y a la degeneración espiritual. La caída del Imperio Romano fue sólo en parte causada por la mala administración de sus gobernantes, puesto que la falta de carácter y la cobardía de aquellos ciudadanos que se decantaron por las comodidades del placer y las conveniencias del silencio jugaron un rol tan o más importante que el burocrático.

Las sociedades colapsan porque sus habitantes se corrompen, porque compran aquella falacia de que el individuo no puede hacer nada ante la corrupción de la mayoría. Y aquí es importante remarcar que la corrupción del individuo no empieza, como sugieren muchos, cuando una persona se dispone a hacer tal o cual cosa a cambio de un favor o beneficio por fuera de las reglas (porque, en verdad, cuando esto ocurre el individuo ha andado ya un millón de pasos que lo han puesto en esa situación miserable), sino mucho, mucho antes. De acuerdo con la Real Academia Española, corrupción es cuando algo se “altera” y “trastoca”, cuando “se echa a perder”, “deprava” y “pudre”. Siguiendo esa definición, es justo decir que, en tanto ser consciente, el individuo comienza su camino de corrupción en el momento mismo en que decide no pensar y permite, en consecuencia, que las circunstancias y su tiempo moldeen su actitud y sus decisiones, en lugar de que sean su actitud y sus decisiones las que moldeen su tiempo y sus circunstancias. De ahí que no sea exagerado decir que, si Occidente colapsa, si nuestras sociedades colapsan, será responsabilidad nuestra; será porque nosotros —contemporáneos de esta época— no estuvimos a la altura de las exigencias de nuestro tiempo, a la altura de las circunstancias.

¿Y qué tiene que ver esto con el pensamiento crítico?

Todo que ver, pues más importantes que las batallas de la carne son las batallas del espíritu, y el pensamiento crítico —como se verá a lo largo de este libro— está en el corazón del espíritu de nuestra civilización. Porque, seamos claros: si tenemos civilización, ha sido gracias a que, a la par de las tecnologías, el ser humano desarrolló herramientas y protocolos intelectuales que le permitieron negociar con el presente y establecer pactos con el futuro. Es el pensamiento crítico (esa antorcha que, a lo largo de los siglos, ha sido transportada siempre por un pequeño número de personas que, en contra del status quo y las intransigencias de la masa, han defendido con coraje y lucidez los fundamentos del pensamiento lento, concienzudo y delicado) el que, siempre en las circunstancias más apremiantes, nos ha salvado.

A lo largo de los siglos, una y otra vez, y siempre contra todo pronóstico, los pensadores críticos nos han salvado. A ellos debemos nuestra sociedad y civilización. Los pensadores críticos nos han amparado de dogmas, de tiranías, de atrocidades disfrazadas de buenas causas, del puño de hierro de dictadores, de la insensatez generalizada, de la extinción por indolencia, de la desaparición por cobardía, de la defunción silenciosa y de un largo etcétera. Los pensadores críticos han sido siempre la resistente flama de luz cuando las tinieblas se han posado sobre la tierra.

No por nada el filósofo Friedrich Nietzsche (1844-1900) llamó a esas personas dispuestas al pensamiento más fino y cuidadoso, a los pensadores críticos, aristócratas del espíritu. Aristócrata —que viene de la palabra ἄριστος (aristos), que significa “el mejor de su especie”, “el más noble”, “el más valiente”, “el más virtuoso”— refiere, en este contexto, a aquellas personas que, decididas a pensar de manera independiente y a no corromper su juicio en favor de comodidades y complacencias mundanas, han guardado la civilización de caer en la barranca de la insensatez y la indolencia.

La aristocracia del espíritu —que es la más democrática de las aristocracias, en tanto que no reconoce entre géneros y razas, ni entre genealogías y riquezas, sino que única y exclusivamente observa la capacidad de pensamiento independiente y de re- flexión propia— es la condición más noble a la que puede aspirar el ser humano, en tanto que se trata del esfuerzo más concentrado y sesudo por salvar nuestro tiempo y circunstancia.

Este libro es, finalmente, sobre todo eso. Es sobre aprender a ser un aristócrata del espíritu capaz de salvarse a sí mismo, salvar a su comunidad y salvar a la sociedad que habita a través de ejercer un juicio íntegro, crítico y riguroso, que le permita interrogar al presente y entender mejor el futuro. Y es que, si bien este libro está orientado al ejercicio del pensamiento crítico en situaciones profesionales, las enseñanzas que aquí se transmiten son en extremo útiles para la existencia toda. No hay dominio de nuestra vida que no se beneficie de un pensamiento concienzudo y meticuloso, y no hay decisión que sea mejor tomada que aquella que se toma después de una evaluación cuidadosa.

En esa dirección, es justo también decir que este libro es sobre cómo aprender a ver en alta definición el mundo y sobre cómo tomar decisiones informadas de cara al porvenir. Y es que, aunque pocas personas están dispuestas a admitirlo, la verdad es que más del 90 % de la sociedad ve el mundo en baja resolución o, de plano, va por la vida con los ojos cerrados; un porcentaje para nada hiperbólico si observamos con cuidado las razones por las que las civilizaciones han marchado al vacío a lo largo de la historia y si observamos también el escandaloso rumbo que ha tomado nuestra sociedad en los últimos años. El mundo está en crisis y sólo puede ser salvado por pensadores críticos de altura.

Es decir, por nosotros. Porque pensadores críticos en potencia somos todos, siempre que nos determinemos a seguir la formación y el camino de la crítica. Y es que, realmente, el pensador crítico no nace, se hace. Nacemos para la sociedad y para el impulso, lo que significa que, más pronto que tarde, desarrolla- mos prejuicios, nos volvemos susceptibles a complacer nuestras pasiones, a perseguir la satisfacción inmediata y también a encontrar en el mundo confirmación de todas las cosas que, por x o por y, hemos automatizado sin razonar demasiado (y no hay ser humano que, en su naturaleza, esté exento de todo esto). Así que no, de ningún modo, definitivamente no: no nacemos para la crítica. La crítica la forjamos con estudio, disciplina, ejercicio, paciencia, coraje y perseverancia.

Y es que, de hecho, en su formación el pensador crítico debe desandar mucho del camino de su nacimiento para volverse un ser independiente que, aunque en profundo diálogo con el colectivo, no se deja arrastrar por los impulsos de la moda, del deseo y de la masa. El camino del pensador crítico es como el camino del guerrero o, más acorde con nuestro tiempo, el camino del atleta de alto rendimiento. El pensador crítico necesita ejercitarse en las habilidades de la crítica; necesita también mucha disciplina, mucha determinación y también mucha paciencia y coraje, pues ejercitarse para pensar críticamente es análogo a prepararse para correr un maratón, y para hacerlo en tiempos competitivos. En otras palabras, prepararse para ser un pensador crítico es análogo a prepararse para ser parte de la élite.

A cambio de su esfuerzo, el pensador crítico recibe el privilegio de mirar el mundo en alta resolución y como con una escalera: se vuelve capaz de ver lo que otros no ven, lo que también lo vuelve capaz de tomar decisiones que casi nadie puede tomar, pues ¿quién puede advertir sobre la tormenta sino aquel que la mira venir desde lejos? La ventaja de este privilegio —de esta suerte de súperpoder— es que nadie iguala al pen- sador crítico en su capacidad de discernimiento y en su capacidad para exponer aquello que está por venir.

La desventaja, por otra parte, es que, con frecuencia, el pensador crítico está desesperadamente solo, porque, desde el origen de los tiempos, el pensador crítico ha sido una rara avis que, con frecuencia, tiene que sostener sus juicios en solitario y contra la mueca inflamada de la mayoría.

Ahora bien, naturalmente, si son pocos es por algo...

Desarrollar habilidades críticas demanda un altísimo esfuerzo; uno no se vuelve pensador crítico en cuatro o cinco tardes, sino que el aspirante a pensador crítico, para convertirse en tal, debe estudiar los fundamentos del pensamiento crítico que la tradición ha resguardado por más de dos mil años y, a la par de su estudio, trabajar en poner en práctica estas habilidades. En otras palabras, el pensador crítico se hace tanto en el conocimiento de la tradición teórica que se ha forjado y enriquecido desde los tiempos del gran Sócrates (c. 469-399 a. C.), como en el ejercicio práctico que implica leer, escribir, dialogar y resolver problemas reales.

Los materiales que los lectores de este libro revisarán a continuación están hechos de una combinación de dichas partes (partes que aquí presentamos de la manera más clara y sintética posible). Es por ello que, a lo largo de las siguientes páginas, el lector se encontrará con amplias exposiciones y descripciones de conceptos y también con una larga variedad de ejemplos que van de lo profesional a lo mundano. Esto último con el fin de subrayar que el pensamiento crítico no es sólo plumilla de oro en nuestra vida laboral, sino que es corona de flores para la vida diaria.

Con estas pautas y razonamientos en mente, hemos dividido el libro en cuatro partes. En la primera parte, los lectores conocerán la diferencia entre pensar y pensar críticamente, así como también aprenderán sobre la importancia del pensamiento crítico en la vida laboral y la vida diaria. De igual modo, conocerán los orígenes del pensamiento crítico; pues, como hemos mencionado más arriba, el pensamiento crítico no es un invento nuestro, sino una habilidad que ha sido cultivada activamente por muchos siglos y por varias de las personas más relevantes para la historia de la humanidad (desde los más sagaces emperadores romanos hasta los más brillantes genios de la modernidad). En su conjunto, esta primera parte tiene como objetivo proveer al aprendiz de pensador las herramientas básicas para comenzar su estudio del proceso crítico y de las habilidades que requiere dominar antes de poder llamarse a sí mismo pensador crítico.

En la segunda parte, la más teórica y, al mismo tiempo, más práctica del libro, los lectores estudiarán con detalle las etapas que debe recorrer el pensador antes de convertirse en crítico, así como también aprenderán sobre las partes del proceso crítico y sobre las metodologías que es importante seguir para realizar un juicio crítico de excelencia. Finalmente, los lectores conocerán a detalle las habilidades que deben desarrollar para ser observadores y críticos aguzados. En su conjunto, esta segunda parte tiene, por un lado, el fin de exponer los pasos que todo pensador debe seguir al realizar un juicio crítico y, por otro lado, el objetivo de armar al pensador en formación con las herramientas que necesita para ejercer un pensamiento ágil, robusto y confiable.

En la tercera parte, los lectores se enfrentarán con un zoom-in de las tres habilidades cruciales que debe tener el pensador crítico: [1] la de formular preguntas, [2] la de leer y analizar las fuentes disponibles y [3] la de presentar resultados. Y es que muchos de los problemas que creemos irresolubles en nuestra vida personal y laboral tienen su problemática original en una pregunta mal formulada. Porque, pongámoslo simple: no importa cuán buenas sean nuestras herramientas para la solución de problemas, si no usamos las herramientas que son específicas para resolver tal o cual problema, no podremos resolver ni siquiera el problema más sencillo. Por ese motivo, el primer capítulo de esta unidad está dedicado a la observación, pues sólo a través de una buena observación podemos formular preguntas pertinentes y relevantes; es decir, preguntas que vayan orientadas a resolver nuestro problema o nuestros problemas. A este capítulo sobre la observación le siguen dos capítulos que ahondan en la lectura de situaciones y en la argumentación en favor de nuestras conclusiones. La lectura: porque es necesario entender, contrastar y ponderar para poder llegar a propuestas precisas y adecuadas. Y la argumentación: porque, sin una buena exposición de nuestros juicios, los resultados de nuestro proceso crítico quedarán presos en nuestra mente y no abonarán a la resolución de problemas y situaciones colectivas. En su conjunto, los temas de esta unidad tienen el propósito de reforzar tres de los pilares más importantes del pensamiento crítico y de abonar detalles y metodologías a los mismos.

En la cuarta parte, los lectores recibirán una serie de recomendaciones que les permitirá no sólo poner en práctica el pensamiento crítico en su vida diaria, sino también mantenerse vigilantes y sortear las trampas que, día con día, los pensadores críticos enfrentan. Como dijimos con anterioridad, el pensamiento crítico nos permite mirar el mundo en alta resolución, con una resolución a la que casi nadie tiene acceso. Lo que, sin embargo, pronto, si no nos mantenemos aterrizados y humildes, amenazará con corrompernos, volviéndonos presuntuosos y arrogantes: sordos y también ciegos. Y es que mirar el mundo en alta resolución tiene la potencia del bien, pero también alberga la tentación de volvernos altivos y orgullosos. ¡Cuántos pensadores no han caído en la tentación de utilizar las herramientas críticas para beneficio propio! Enamorados de sus habilidades para ver en el mundo lo que muchos no ven, una cantidad enorme de pensadores ha abandonado la crítica y ha utilizado sus poderes para la manipulación y su bienestar individual. Y eso desde el principio de los tiempos. Baste recordar que el gran arquetipo de este pecado capital es Lucifer (que, siendo el más inteligente de todos los ángeles, se creyó más grande que Dios y, buscando desafiar la estructura de la existencia, se enfrentó al desafuero y la caída), pero ejemplos los encontramos a lo largo de la historia, en la actualidad y hasta en la vida diaria. Es por ello que esta unidad, con su serie de advertencias y señalamientos, tiene como objetivo recordar al aprendiz de pensador crítico que no hay virtud que llegue sin su correspondiente vicio y que debemos ser muy cuidadosos para no terminar marchando por el camino de las sombras.

Finalmente, este libro se complementa con una serie de lecciones sobre cómo escribir apropiadamente; y, cuando decimos apropiadamente, no decimos con buena ortografía (aunque ésta es importante), sino con orden, claridad y coherencia. Como ha sido ampliamente comentado por varios estudiosos del tema, y en últimos tiempos con especial ahínco por el psicólogo canadiense Jordan B. Peterson (1962), no existe diferencia entre escribir y pensar. De ahí, entonces, que quien aprende a escribir correctamente aprende a hablar correctamente; es decir, aprende a argumentar y a exponer sus ideas con propiedad.

Y, como bien comenta Peterson, no hay en el mundo nada más poderoso que una persona capaz de articular sus ideas. Las personas articuladas que saben poner bien sus ideas sobre la mesa saben cómo preguntar, saben cómo pedir cosas y saben justificar por qué piden esas cosas. Las personas articuladas saben lo que dicen y saben cómo lo dicen, y por ello obtienen lo que buscan. Es por ello que, con el fin de fomentar esta habilidad, al final de cada unidad hemos incluido workshops de escritura, a través de los cuales los lectores aprenderán cómo escribir un ensayo de excelencia. Que es lo mismo que decir que aprenderán a expresar su pensamiento con claridad, coherencia, sofisticación y elegancia.

Concluimos esta presentación enfatizando que, si bien la forma, el aspecto y el tono de los contenidos nos pertenecen (y, en la medida en la que nos pertenecen, los hemos enriquecido con ejemplos de nuestra imaginación y experiencia), la sabiduría reunida en este libro es patrimonio de la humanidad. Y es que lo que hemos hecho, a lo largo de estas casi 300 páginas, es poner en documento una serie de ideas y enseñanzas que han estado en el mundo por muchísimo más tiempo que nosotros y que han ayudado a millones de personas, a lo largo de la historia, a existir al límite de sus capacidades. En otras palabras, este libro es resultado de nuestro mejor esfuerzo por presentar, de manera sistemática y didáctica, el conocimiento crítico que nosotros hemos acumulado —a través de la lectura de cientos de libros y artículos, y a través de la práctica profesional y docente— a lo largo de muchos años. Conocimiento que, insistimos, nos precede y que confiamos estará en este mundo por mucho más tiempo que nosotros.